Breve relato de los hechos
Era militante de la Juventud Peronista territorial y de Montoneros. En enero de 1976 su casa de Escobar había sido allanada por fuerzas militares y policiales, pero no lo habían encontrado, por lo que desde ese momento había vivido en la semi clandestinidad. En marzo de ese año, luego del golpe militar, nuevamente allanaron la casa familiar, sin tampoco hallarlo, pues para ese entonces estaba escondido en Zárate. Sin embargo, le dieron aviso de que sabían que estaba por esa zona. Un amigo de su padre lo llamó y le pidió que volviera a Escobar, y cuando se juntó con él en esa ciudad se encontraron con una patrulla militar y lo detuvieron. Esto sucedió el 31 de marzo de 1976, cerca de las 19 hs. Lo condujeron a la Comisaría de Escobar, donde estuvo unas pocas horas en una celda, sin ver a otras personas. Allí en un momento entró un cabo del Ejército, lo apuntaron con un arma, lo vendaron, lo subieron a un auto y lo fueron golpeando. En un momento lo hicieron subir a lo que parecía ser una lancha y luego una serie de varias escaleras distintas, hasta un lugar que entendió era un barco, pues “no era un camión, no era un tren y se movía”, identificándolo luego como el Murature. A bordo del mismo, entre cuatro personas lo torturaron con picana eléctrica en los genitales, debajo de los brazos y las encías. Una de esas personas era un médico que cada tanto le controlaba el ritmo cardíaco y le pasaba una especie de medicamento en las heridas. Lo bajaron de “la parrilla” donde lo torturaron y lo tiraron en un lugar que parecía tener una rejilla de madera, donde perdió la conciencia, para luego despertar cuando lo sometieron a una segunda sesión de picana, más corta que la anterior. Tras ello, lo colgaron de un guinche, donde lo estiraron de las piernas y los brazos. Antes o después lo sometieron también al “submarino seco”. En ese ugar nunca le dieron de comer ni de beber, con excepción de una manzana que encontró en el piso, y defecaba y se orinaba en donde se hallaba. Después lo bajaron del barco y lo condujeron al Tiro Federal de Campana en un camión, lugar que identificó por conocer la zona (por allí pasaba el tren, estaba la planta trefiladora de Dálmine y existían unos chapones en la zona de tiro) y por lo que decían otros detenidos. En este centro de detención no le aplicaron picana pero sí lo golpearon muchísimo, sobre todo en los brazos, en las piernas, la cabeza y el rostro. Seguía vendado y los ataron a unos caños con alambres en las muñecas. En algún momento pudo haber estado en el Arsenal de Marina de Zárate, a juzgar por el recuerdo de unos grandes reflectores en el césped. Sin embargo, lo que sí es seguro es que luego del Tiro Federal lo condujeron al Pozo de Banfield, donde había presos comunes que le dieron noticia de dónde se hallaba. Allí no lo golpearon ni lo torturaron, pero sí lo sometieron a reiterados interrogatorios por parte de unos tres grupos distintos de uniformados, que hacían las mismas preguntas. Tras ello, lo condujeron en un camión al Hospital Militar de Campo de Mayo. En este lugar lo pusieron en una bañera, lo limpiaron con jabón en polvo y una manguera y lo colocaron en una cama, esposadas las dos manos al respaldo y las dos piernas a una baranda. También le curaron las heridas de las muñecas, le dieron de comer y lo llevaron al baño. Sin embargo, tres o cuatro veces por día, con los cambios de guardia, lo sometían a simulacros de fusilamiento. También en este lugar lo interrogaron, todos los días. Un día le entregaron la ropa que tenía cuando lo detuvieron y un médico le avisó que lo iban a “legalizar”, pues se lo había incluido en el decreto 54/76 del Poder Ejecutivo del 7 de abril de 1976, y lo iban a llevar a la cárcel. Así fue que lo pusieron en una camioneta y luego lo subieron a un avión, esposado junto con Luis María Armesto. Descendieron en Azul, luego de lo cual lo condujeron en un colectivo del Ejército hacia la Cárcel de Sierra Chica, donde le asignaron el número 625. En esta unidad estuvo hasta mitad de 1979. El trato se fue endureciendo con el tiempo y las requisas eran muy violentas, incluso efectuadas por el propio Ejército. A mediados de ese año lo llevaron a la unidad de La Plata, donde estuvo alrededor de unos veinte días, y luego en avión a la de Rawson, donde el trato fue mucho mejor, hasta diciembre de 1980. Luego, volvió a la cárcel de La Plata. Finalmente, el 23 de junio de 1982 le otorgaron la libertad vigilada y en diciembre de ese año la libertad definitiva. Todo esto surge del pormenorizado relato que la víctima brindó en el debate, así como de numerosas otras pruebas, tanto testimoniales como documentales, que apuntan en el mismo sentido.