Breve relato de los hechos
En las primeras horas del 24 de marzo de 1976, un grupo de militares, en coches particulares y un camión lleno de soldados, llegó a su domicilio y lo trasladó a la Comisaría de Zárate. Allí le vendaron los ojos y luego le hicieron comer un arroz y una manzana que habrían tenido alguna especie de droga, porque perdió sus reflejos. Debe aclararse que su hijo José Alberto Bugatto se dirigió a la dependencia a preguntar por su padre y también quedó detenido. Durante la noche del día 24, al intendente depuesto lo subieron a un colectivo junto a otras personas, luego a un celular –donde les quitaron todos los objetos de valor- y luego a otro, con el cual lo llevaron a un descampado donde lo interrogaron. Así comenzó su recorrido por diversos centros clandestinos de detención, entre los que se encuentran el Tiro Federal de Campana, el Murature, el Tolueno, las Comisarías de Moreno, Escobar y Campana, posiblemente el Puente 12 y un hospital en Campo de Mayo. En esos lugares fue sometido a distintas torturas, golpes, patadas, picana eléctrica, “submarino”, manguerazos y simulacros de fusilamiento. Incluso en un momento, por su delicado estado de salud, sus captores tuvieron que remitirlo a un hospital, posiblemente el de Campana, luego de lo cual lo volvieron a conducir al Murature para torturarlo otra vez.
Su detención fue “blanqueada” al incluírselo en el decreto 54/76 del Poder Ejecutivo del 7 de abril de 1976, después de lo cual fue conducido a las unidades de Mercedes y Sierra Chica. Finalmente recuperó su libertad el 25 de junio de 1979 desde la Unidad 9 de la Plata Su hijo, José Alberto Bugatto, el que relató que el día 24, como su padre no regresaba, acudió a la comisaría, donde le negaron que estuviera allí. Al mostrarse insistente lo encapucharon y lo arrojaron a un calabozo, donde también a él le hicieron comer una manzana, que le provocó sueño.
Contó su propio calvario en los diferentes centros clandestinos: cómo lo llevaron al Arsenal de Marina de Zárate -donde escuchó unos gritos de mujeres que decían que estaban siendo violadas-, al Murature –donde le aplicaron picana y también refirió haber escuchado la voz gruesa que a la pregunta de los torturadores “¿Podemos seguir?” respondía “Sí, sí, siga que así está bien”-, al Tiro Federal de Campana –donde también lo picanearon y escuchó nuevamente la voz ronca-, el Club Dálmine –donde protagonizó un intento de fuga-, al Puente 12, a la Comisaría de Moreno y a la cárcel de Sierra Chica. Particularmente respecto de lo vivido con su padre, relató cómo en un camión celular se encontró con él. El intendente depuesto le dijo a su hijo que lo iban a fusilar pero que no se preocupara, que esa gente actuaba mandada, que siguiera su vida normalmente, construyera una familia y no guardara rencor, Luego se darían cuenta de que sólo se había tratado de un simulacro de fusilamiento. Por otra parte, dijo que en el Murature los torturaban uno al lado del otro, para que cada uno a su turno escuchara gritar al otro.