Juicio Brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús
Rebeca y el secuestro y desaparición de Luis Alberto
Por Camila Moreno | 1 de junio de 2022
Rebeca miraba desde lo alto de la escalera cómo su padre abría la puerta: habían golpeado tan fuerte que casi la tiran abajo. Cuatro hombres vestidos de civil y con armas largas subieron a la casa. Rebeca de reojo y con miedo observó como los cargadores de balas colgaban de sus hombros y cruzaban el pecho de cada uno de ellos.
— ¿Dónde está tu marido? —le preguntó el que parecía conducir el operativo, el único que hablaba.
—Yo no tengo marido —respondió. Hacía más de un año que salía con Luis Alberto y vivían juntos en la casa de sus padres pero su marido no era.
—¿Conoce a Luis Alberto Santilli? —ahora el cuestionamiento iba dirigido al padre de Rebeca.
—Sí, es mi futuro yerno.
Eran alrededor de las 20 y Luis Alberto ya estaba en la casa, había salido de trabajar de metales Pittsburgh donde era encargado de compras. Lo primero que quiso saber era si los intrusos estaban acompañados de un médico, su suegro un hombre de 67 años tenía problemas cardíacos.
No respondieron, solo preguntaron. Un interrogante atrás del otro, que hoy, 45 años después, Rebeca no puede recordar. Inmediatamente les vendaron los ojos y se los llevaron a cada uno en un auto diferente.
Mientras los pies de los secuestradores aplastaban su cuerpo contra el piso del vehículo, ella pudo seguir en su mente el recorrido de las calles. Tenía 27 años y toda su vida había vivido en Quilmes. Fue secuestrada junto a su compañero, el 18 de agosto de 1977, de su casa de calle Brown casi esquina Alem. Quedaba tan solo a cuatro cuadras de la Comisaría Primera y a nueve de la Brigada que se ubicaba en Garibaldi y Allison Bell.
A pesar de las vendas pudo reconocer el recorrido, a pesar de la cercanía no fueron directo hacía allí, primero dieron vueltas. El asfaltado de la calle la hizo suponer que circulaban sobre Mitre, de golpe el auto comenzó a golpear contra el empedrado, habían girado. Tras pasar por la placita de la cruz, tomaron Garibaldi y finalmente llegaron a destino, a la Brigada de Investigaciones de la Policía Bonaerense de Quilmes.
Ingresó por la sala de guardia, pero eso lo supo muchos años después durante los juicios por la verdad, en ese momento solo registró el sonido de distintas voces lo que la hizo pensar que estaba en un patio. Rápidamente la llevaron por una escalera y la separaron nuevamente de Luis Alberto.
El calabozo
—Unos gritan y otros cantan —se burló uno de los carceleros que vigilaba a Rebeca y subió el volumen de la radio.
Los gritos de dolor de Luis Alberto llegaban hasta el calabozo en el que ella se encontraba bajo la mirada de dos hombres. Uno de ellos le dio una frazada para que se cubra y ante su agradecimiento inmediatamente le espetó: “mañana me vas a putear”.
Los gritos de su compañero continuaban y el tiempo parecía no pasar. De pronto los sollozos de de Luis Alberto se apagaron y fueron reemplazados por pasos que cada vez se oían más cerca. Los goznes de la puerta chirriaron, venían por ella. El terror que se apoderó de su cuerpo solo fue socavado al pensar que en ese momento Luis Alberto descansaba.
Las luces eran tan fuerte que atravesaban las vendas que llevaba en los ojos desde el momento en el que la arrancaron de su casa. Allí, en ese iluminado lugar que años después supo que era la sala de tortura se encontró con Luis Alberto por última vez.
— ¿Te lastimaron? —le preguntó con las últimas fuerzas que le quedaban. Ante la respuesta negativa de su novia agregó —vos te vas yo me quedo.
Rebeca se descontroló, no se quería ir sin él. Gritó tan fuerte como pudo, los guardias también, la tomaron por el cuerpo y la samarrearon. La situación escaló y Luis Alberto ya con un hilo de voz decidió ponerle fin.
—Prometeme que la llevas a casa —le suplicó al jefe.
—La llevo.
—Rebeca seguí adelante con todos nuestros proyectos —se despidió.
—Te amo —alcanzó a gritar Rebeca desesperada mientras la arrastraron fuera de ahí.
El después
A partir de ese momento, Rebeca junto a los hermanos de Luis Alberto comenzaron un arduo camino de búsqueda. Denuncias radicadas en la comisaría, numerosos habeas corpus rechazados y visitas a diferentes juzgados. Muestras de sangre de sus familiares ante el Equipo Argentino de Antropología Forense, y todo con el mismo resultado, Luis Alberto Santilli continúa desaparecido.
A 45 años de su secuestro, Rebeca se presentó ante el Tribunal Oral en lo Federal Nº1 de La Plata que investiga los crímenes cometidos en las Brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús, el pasado martes 18 de mayo. No lo hizo solamente para brindar su testimonió a la justicia, sino que también para que se conozca su historia, porque como afirmó: “de historias mínimas, pequeñas y amorosas de cada uno de los 30 mil, están compuestos los últimos 50 años de nuestro país”.