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“Cada vez que soplaba las velitas yo pedía que mis papás vuelvan”

Lo dijo Sofía Caravelos en la Audiencia 47 del juicio de lesa humanidad que investiga los hechos perpetrados en dos centros clandestinos de detención que funcionaron en la ciudad de La Plata.

Día 47 del juicio de lesa humanidad

El Tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata, integrado por Karina Yabor, Ricardo Basílico y Andrés Basso avanzó este jueves 21 de noviembre en la audiencia 47 con la etapa testimonial del juicio que investiga los hechos de lesa humanidad perpetrados en el Cuerpo de Caballería ubicado en calle 1 y 60  y en la Comisaría 8° de calle 7 y 74, que funcionaron durante la última dictadura cívico militar como centros clandestinos de detención. 

En el día 46 de la audiencia del pasado jueves 14 de noviembre, prestó testimonio de modo virtual Domingo Marraffini, de 92 años de edad. Domingo estuvo detenido un día luego de estar esperando que liberaran a una persona,  “¿porque a veces la policía qué hacía, o los militares? Lo largaban y después a las cuatro cuadras lo volvían a agarrar otra vez, lo desaparecían y decían que no que no lo habían visto. Entonces nosotros fuimos a esperar para cuando salía”, empezó relatando Domingo. Entre esas personas que estaban con él recordó al un trabajador de YPF, Juan Carlos González; y otra de apellido Guevara, que trabajaba en Astilleros.

Fue en ese momento que Domingo y otras 9 o 12 personas fueron detenidas, y dijo sospechar que “estuvo detenido en la comisaria 9°”, no en la de 1 y 60; y ante la pregunta de si conocía a Victoriano Florencio “Pino” Cabezas, dijo que se habían hecho amigos luego de militar juntos en el Partido Comunista, y que por su participación política también había estado detenido en el año 68, “en tiempos de Onganía”.

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En la audiencia 47 de esta semana prestó testimonio de modo presencial, Sofía Caravelos, hija de Jorge Caravelos y Lucía Swica Wasiuneck.

Lucía era profesora de la Facultad de Psicología de la UNLP y había conocido a Jorge en esa institución cuando estaban conformando una organización que luego se transformó en el Frente Argentino de Liberación (FAL), donde luego militaron juntos. Fueron secuestrados en un operativo ilegal en calle 6 entre 45 y 46 de la ciudad de La Plata el 18 de mayo de 1978. Por distintos testimonios de ex-detenidos se supo que estuvieron en el centro clandestino de detención “La Cacha” y en la Comisaría N° 8°, y sus cuerpos aparecieron calcinados dentro de un auto tres días después de su secuestro y a las pocas horas que fueran dados de baja en el libro de la dependencia policial.

Los restos de ambos fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en el Cementerio de Florencio Varela, donde figuraban como NN, e inhumados con sus nombres en el Cementerio de La Plata.

Luego de años de lucha, su hija Sofía Caravelos logró en el 2016 el juez Federal Ernesto Kreplak avanzara en probar que sus padres habían sido asesinados en un fraguado accidente automovilístico tras simular documentalmente su liberación. De este modo,  la carátula del expediente fue renombrada como víctimas de “homicidio y otros delitos”, reparando su memoria y estableciendo la verdad de lo ocurrido.

El día de la detención sus padres estaban separados y Jorge había dormido en la casa del histórico librero y poeta, propietario de la emblemática librería Libraco, Emilio Pernas, cuya hija Gabriela había sido secuestrada el 19 de octubre de 1976. En ese entonces Sofía tenía 6 años y con el tiempo pudo reconstruir lo sucedido.

“Mi padre y Emilio ya estaba pensando en la posibilidad de irse del país, más que nada por los antecedentes, no por la participación política que tuvieran en ese momento. Igual mi mamá. Ese 18 de mayo de 1978, cerca de las once y media, mi papá fue a la librería y mi mamá también, a encontrase con él y cruzaron a un cafecito que había enfrente de la librería Libraco. Discutieron sobre su relación de pareja, entiendo yo. Eso es particular porque en otros casos hay versiones muy heroicas de los días de secuestro. En este caso es una situación particular en la cual sucede el evento de la detención. Se llegó a tal límite que salen a la puerta y mi mamá le empezó pegar carterazos a mi papá. Luego entendí que mi mamá le había descubierto una relación a mi papá. Y bueno, esa llamada de atención provoca que los detengan. Eso me lo contó una persona que presenció lo sucedido, que era un empleado de la librería de Emilio. Y Emilio también, que fue quien le avisó a mis abuelos y a mis tíos maternos y luego se enteran los paternos”, relató Sofía.  

Luego de eso, relató que las imágenes que tiene es ir con su abuela desde la terapia intensiva de su tío a los pasillos del Ministerio de Seguridad. “Yo siempre iba preparada por si podía ver a mi mamá, con cosas en una carterita, semillitas y cositas que yo pensaba que por ahí le podía dar. Y esa espera se hizo eterna. De hecho mi tío salió de terapia y seguía pasando el tiempo y seguía pasando el tiempo y yo suponía que en algún momento iban a volver. Tenía 6 años, no era ingenua pero bueno, no había ninguna palabra de certeza que podía poner fin a esa incertidumbre. De hecho fantaseaba cada día que volvía de la escuela y veía autos con que había una fiesta por el regreso. Pero no”, continuó.  

Y recordó que hasta que ella tuvo 14 o 15 años todos los meses iban con su abuela a limpiar el departamento que tenían sus padres en Villa Elisa, preparándose para la vuelta, y si bien había robado muchos libros y otras pertenencias, las personales seguían intactas. Y fue en ese momento que pidió que les traigan los muebles y los libros que hablan quedado de la nutrida biblioteca que tenía su padre.

“La infancia yo la pasé con esta precariedad, la falta de certeza digamos. De hecho hay un texto, que los compañeros de HIJOS recopilaron en un libro muy bonito sobre textos de hijos de desaparecidos, donde hay un texto mío, que no es por hacer autoreferencia, pero bueno soy la testigo, que efectivamente yo recuerdo que cada vez que soplaba las velitas yo pedía que mis papas vuelvan. Y esto es muy infantil pero yo creo que lo seguí haciendo hasta por lo menos los 15 años”.  

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Luego del cuarto intermedio, la querella LADH/UNION, Guadalupe Godoy retomó tres de los planteos de Sofía Caravelos para solicitarlos al tribunal, como ser: que se cite a declaración testimonial a Carlos Alberto Mayón, ex juez penal y actual director del Instituto de Derecho Constitucional y Político (IDCP) de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP, en especial para evacuar dudas de orden constitucional que surgieron en la audiencia; otro punto relacionado con los nombres incluidos por el EAAF cuando responden oficios, que en este caso particular no incluyen los de Caravelos y Swica como parte de sus identificaciones, y que se interpreta que es porque no fueron parte directa de la identificación sino que el Equipo  participó perito de parte en el año 1997 porque fue solicitado por Sofía Caravelos; por lo cual Godoy pidió que se vuelva a oficiar al EAAF para reforzar este punto con los documentos que dispongan, y que a su vez que la o el  integrante que declare pueda dar cuenta de la mecánica general de fraguamiento de los enfrentamientos durante el año 78.

Todo lo cual, quedó a la espera de ser resuelto por tribunal ya que no hubo acuerdo entre las partes.

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En segundo lugar declaró, también de modo presencial, la sobreviviente María Cristina Gusmerotti, quien el 24 de julio de 1978 estaba en su casa, ubicada en 522 entre 3 y 4, con su compañero Alejandro Enrique Gutiérrez Penette (desaparecido) y sus hijos, Ramiro -de tres años- y Ana Julia -de un año,  cuando alrededor de las 9 de la noche una patota “golpean fuertemente la puerta y cuando preguntamos quién era, responde el hermano de Alejandro, Gastón (Gutiérrez). Al abrir entran un montón de personas armadas y luego saltan por los tapiales e ingresan por distintos lugares a la casa…Eran de diferentes edades y todos vestidos de civil, algunos con borcegos”, empezó contando María Cristina.  

Antes de eso los represores habían ingresado del mismo modo a la casa a la casa de Gastón y Silvia Calvo, que estaban con sus dos hijas, Florencia y Muriel, la menor -de nueve meses- y al preguntarles por Alejandro y Gastón contestar que no sabía dónde estaba, uno de los represores insistió y con una ametralladora le apuntó a la beba, le dijo, “vos nos vas a llevar”.

En forma paralela, las patotas hacían otro operativo en la casa en la que vivían María Inés Paleo y Eduardo Morote Elguera, que estaban con su hijo de diez meses, que pidieron dejar a su hijo con un vecino pero no se los dejaron y se los llevaron a los tres a la casa de Alejandro Gutiérrez.

Luego de eso, Inés Paleo, Eduardo Morote y Alejandro Gutiérrez fueron llevaron a la comisaría 2ª. A lnés la torturaron hasta que perdió el conocimiento y después los trasladaron al centro clandestino La Cacha, en Olmos. A Morote lo liberaron a las horas en la casa de Gutiérrez en calle 522. Y su familia, que había quedado secuestrada en una habitación, también fue liberada y Paleo recuperó la libertad el 15 de agosto de 1978.

Alejandro Gutiérrez continúa desaparecido. Militaba en el Grupo Obrero Revolucionario (GOR), formado por sucesivos desprendimientos del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), y había cursado materias Facultad de Ciencias Médicas, en Veterinarias y en Periodismo.

Su hermano Gastón luego de eso se exilió y actualmente vive en EEUU. La madre de ambos, Mabel Penette de Gutiérrez, se sumó después del secuestro a la organización Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, en la cual fue su presidenta.

“Con respecto a exiliarnos, Alejandro no estaba de acuerdo, porque decía que habiendo tantos desaparecidos nosotros teníamos que denunciar, hacer pintadas o volantes para decir lo que estaba pasando”, recordó conmovida María Cristina.

La próxima audiencia quedó programada para el jueves 28  de noviembre a las 9.30 hs.