“Hay ciertos momentos en que veo una pared negra supongo que detrás de eso hay un trauma”.
Lesa humanidad
A cargo del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 5 de San Martín compuesto por la jueza María Claudia Morgese Martin, Silvina Mayorga y Walter Venditti, se investigan los hechos de lesa humanidad ocurridos en el circuito concentracionario de la Fuerza Aérea, en la zona oeste del Gran Buenos Aires y que comprendía los centros clandestinos de detención Mansión Seré, RIBA (Regional de Inteligencia de Buenos Aires) y los que funcionaron en las Comisarías de Moreno, la primera de Morón y las Brigadas Aéreas I de Palomar y VII de Morón, entre otros.
La Subsecretaría de Derechos Humanos de la Provincia es querellante en esta causa que tiene como acusados a Julio César Leston, Ernesto Rafael Lynch, José Juan Zyska, Juan Carlos Herrera y Juan Carlos Vázquez Sarmiento, y el juicio es el resultado de la unificación de dos causas: una de ellas aborda 127 casos de víctimas de privación ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos, y tres homicidios en el ámbito del circuito represivo de la zona oeste del conurbano bonaerense; y la otra causa por privaciones ilegítimas de la libertad de tres personas.
En la audiencia N°8 de pasado del martes 5 de noviembre el primer testimonio de modo presencial fue de Beatriz Alicia Boglione. “Quiero aclarar que yo hay ciertas partes que puedo relatar cronológicamente y otras que aparecen como secuencia, como flash, como fotos, como películas, y no sé en qué orden están…Hay ciertos momentos en que yo hago un relato y después es como que veo una pared negra, supongo que detrás de eso hay un trauma”, empezó expresando Beatriz.
Beatriz relató cuando una patota del gobierno militar entró al comercio de su padre y le apuntaron con armas largas a la cara. “Preguntan quién era Bety. Y ahí surge un problema, porque había dos Bety: Bety Medinilla y Bety Boglione. Las dos teníamos la misma contextura de cuerpo, el mismo corte de cabello, la misma altura. Y ellos se confunden. Entonces van y vienen, hablan, y después de un rato lo traen a mi hermano que estaba en otro negocio que nosotros teníamos relativamente cerca. Lo traen para que reconozca, no perdón, antes de eso preguntan ¿quién es la hija del dueño? Y yo digo que soy yo, pero no estaban muy convencidos de eso. Entonces lo buscan a mi hermano, lo traen al negocio y le dicen que señale quién es su hermana. Él tarda un ratito, le costaba señalarme, pero entonces le pegan un culatazo en los riñones y él se da vuelta y les dice no hace falta, y me señala a mí. Bueno, ellos seguían confundidos, no estaban seguros de que yo era la persona que ellos estaban buscando, y lo que deciden es llevarnos a las dos en vehículos separados. Cuando salimos a la calle el operativo era impresionante, cubría cuadras y cuadras había un helicóptero dando vueltas y frente al negocio había tres camionetas”.
Ese 17 de abril de 1977, Beatriz Boglione fue secuestrada en la joyería de sus padres de la localidad de Moreno y llevada a la Comisaría 1° de dicha localidad, y luego al CCDTyE “ Mansión Seré” donde fue sometida a tormentos, torturas y simulacros de fusilamientos y permaneció privada de su libertad hasta que fue liberada.
Estando en la Comisaría 1° de Moreno, recordó cuando la identificaron. “Me ponen a mí y a quien creo que era Bety Medinilla al lado y veo que se abre un pestillo, un pedacito de una ventana para ver, yo lo sentía porque no lo podía ver, y después de unos minutos, era alguien que me estaba identificando, evidentemente, levantan a la persona que estaba al lado mío y se la llevan. Y un militar me pone el brazo acá sobre el lado izquierdo y me dice: perdiste Mafalda. Después de eso me llevan a la celda”.
Luego reconstruyó que durante un interrogatorio ella les dijo que había militado entre 1972 y mediados de 1975, que a partir de ahí se había alejado de la participación política, y que un día la llevaron a un altillo por una escalera angosta y que arriba le sacaron la venda y vió que estaba una persona de apellido Iborra, que ella conocía porque llevaba el reloj a arreglar a la joyería de su padre y que en el barrio se sabía que laburaba en la policía pero nadie conocía sus funciones, y estaba leyendo un diario sentado y le dijo: ¿sabés vos lo que es esto? Y le dije: no. Esto es una picana. ¿La querés? Y ahí de nuevo viene un telón negro y no sé qué pasó después. No sé si me hicieron entrar y me torturaron o me volvieron a llevar. No lo recuerdo”, dijo conmocionada Beatriz.
También dijo que tiene la imagen de haber visto a dos compañeros de militancia: Faustino Altamirano, que conocía como Salta, e Indalecio Fernández, que lo conocía como el paragua, ambos sobrevivientes. “Perdonen que salte así, pero la memoria viene de esa manera”, siguió, y relató cuando lo detuvieron a su padre y lo llevaron a su celda a la celda donde estaba ella y le dijeron si ella pensaba que se iba bancar una picana siendo un paciente cardíaco.
“Yo una vez decía: estoy desesperada, me arde la garganta, y un compañero, Pancho, que es Mario Sánchez me dice: fíjate Mafa que la las paredes chorrean agua. Chupá las paredes. Y eso es lo que hice, lamía las paredes y de esa manera se aplacaba un poco el dolor de garganta. Y nos tenían no sé, una semana, dos, no sé. Nos tenían sin comer”
Finalmente, dijo que cuando lo traen a Salta (Faustino Altamirano), lo primero que le dijo fue: “Mafalda, la puta que te parió, por qué me tuviste que cantar. Y bueno y yo no dije nada, no abrí la boca. Pero poco tiempo después a él lo pasan a la a la celda del enfrente y eso le cambió la visión, porque él dice que vio desde ese lugar que me violaban, y de esto me vengo a enterar yo en el año no sé, si fue 2010 o 2011 por ahí. Porque yo después me fui a vivir a Suecia y no quería tener contacto. Una parte mía había dicho, bueno, esto no pasó, no sucedió, lo tapó y mi familia tenía la misma estrategia, que fue lo peor porque estamos todos enfermos pero diciendo: esto no pasó. Yo creía que me liberaba y al contrario, fue como encadenarme. Y cuando vuelvo en el año 2010, una prima mía que lo conoce a Salta dice: mirá, Salta quiere verte. No, no tengo ganas ahora. Y cuando vuelvo otro año más me dice: vení, Salta quiere verte. Y bueno, ahí accedí, nos encontramos en una plaza, nos abrazamos y nos pusimos a llorar. Yo le pedí perdón y él me dijo: quédate tranquila, no pasó nada. Quédate tranquila. De ahí nos fuimos a tomar un café y le dije perdóname, honestamente no sé ni en qué momento dí tu nombre”.
El recordó que el comisario de esa comisaría era Omar Hernández, que falleció impune. “Esa pared negra que aparece cuando yo no puedo recordar más e intuyo que hay algo que yo no puedo traer a mi mente, yo intuyo que fui en ese momento, que fui torturada por picana eléctrica en la comisaría de Moreno”.
***
Luego prestó testimonio Graciela Feudo, cuñada de Beatriz Boglione, quien de modo complementario relató el momento en que, una vez liberada su cuñada, cuando la estaba por bañarse y ella fue a visitarla. “Cuando llego estaba en el baño, que justo había entrado. Entonces le digo: estoy acá Bety. Dice, ay pasá, pasá. Entonces cuando pasé, bueno, la abrazo, la beso y en un momento me muestra las marcas de los golpes. Mirá, mirá, mirá, y las marcas de los golpes, adelante, atrás, en las nalgas era terrible ver eso todos esos golpes. Y después me dice: y la picana, y me marca los genitales, sus pechos o sea todo, entonces claro, nos abrazamos y lloramos. Y en un momento me dice: no, pero eso no es nada. Entonces claro, nos separamos y la miro, como diciendo si eso no es nada qué pasó. Porque, dice, porque me violaron…Pasaron 27 años y recién ahora estamos actualizando lo de la violación”.
***
En tercer lugar, testimonió de modo presencial Mario Valerio Agustín Bellene, hijo de Mario Valerio Sánchez “Pancho” y María Margarita Miguens “Coca”. Su madre fue detenida desaparecida el 17 de abril de 1977 cuando estaba embarazada de 5 meses de Mario, sufrió cautiverio, violaciones y torturas psíquicas durante su embarazo, y fue liberada días antes de su nacimiento. Su padre continúa desaparecido.
“Un día me me despierta mi madre y me dice hijo despertate que que vino tu mamá a visitarte yo obviamente no entendía nada porque la persona que estaba conmigo tenía entendido de que era mi mamá eh tenía 8 años yo no no no tenía la claridad de De nada eh si bien mi mi madre adoptiva eh Me contaba historias de que a mi papá se lo habían llevado a los militares a mi mamá también que tenían la esperanza de que vuelvan eh en esa edad para mí era como esas historias que veía en la televisión y no las entendía no las comprendía y para mí mi mamá y mi papá eran Juan y chicha que eran los que vivían conmigo cuando me dijeron que que había venido mi mamá a visitarme lo único recuerdo que miro atrás de de la que yo considero y voy a considerar toda la vida que es que es mi mamá eh chicha veo atrás de hay una señora muy alta rubia estaba llorando chicha me dice que vayamos a la cocina que me me estaba esperando con el desayuno fui a la cocina me paré en la puerta mi mamá me hizo entrar me senté la señora está rubia me me hacía caricias me acariciaba el pelo me decía que ella era mi mamá mi mamá me miraba y me decía que que ella era la señora que me contaba las histor que estaban esperando de que volviera eh Y la verdad que no le di mucha importancia a la edad que tenía, creo que lo primero que hice fue pararme ir al fondo de mi casa a jugar con los autitos”, relató Mario.
Luego de ese encuentro con su madre biológica, Mario siguió viviendo con su familia adoptiva pero a los 13 años cuando quisieron tramitar el título de la escuela se encontraron con los impedimentos legales. Por lo cual el juzgado localizó a su madre biológica y debido a la situación psicológica y económica en la que se encontraba como consecuencia de todo lo padecido durante la dictadura, firmó la adopción plena.
Despúes de eso, cuando se volvió a encontrar con su madre, fue cuando empezó a tomar conciencia de todo lo que les había pasado y de todo lo que habían padecido.
“Ahí empiezo todo un proceso de investigación y un proceso de poder hablar con mi mamá, de reencontrarme con familiares, con tíos míos y demás, que son los que empiezan un poco a contarme qué era lo que les había pasado. Obviamente que la primera que me cuenta todo es mi madre, y me narra que ellos eran militantes de la organización montoneros, que los venían persiguiendo, tanto a ellos como a otros compañeros de la organización, que lo venían persiguiendo los militares y que habían decidido, teniendo cuenta de que ya tenían dos hijos y que ella estaba embarazada de mí, habían decidido irse para protegerse a la casa de un familiar en Concordia, Entre Ríos, y después ver la posibilidad de salir del país”.
Asimismo contó cuando fueron secuestrados sus padres en la ciudad entrerriana, las condiciones detención que sufrió su madre en la Comisaría 1° de Moreno, estando embarazada y que estuvo “7 días sin comer y sin tomar agua ni poder ir al baño”.
Fue en esas circunstancias que María Margarita Miguens decidió auto lastimarse para que la lleven a atenderse y que cuando se constató que había sido intencional y la interroga Esteban Rafael Linch y le dijo por qué lo había hecho, María le respondió que era porque quería saber qué había pasado con su marido y que necesitaba verlo.
Es así que dan “la orden de que la trasladen a la Comisaría 1° de Moreno, la hacen entrar a un calabozo y le dicen: entra acá y tenés 2 minutos y salís. Hablá con tu esposo y te llevamos a otro lado. Ella entra y así como entra, golpea la puerta para salir, no está nada de tiempo. Y a la persona que la hace entrar le dice: no, ese no es mi esposo. Yo quiero ver a mi esposo. La persona que la hizo entrar ingresó a constatar si era el esposo o no, y verdaderamente el tema es que ya no lo pudo reconocer porque lo habían desfigurado a golpes”.
Seguidamente, narró cuando en uno de los traslados de su madre, a la Aérea de Moreno, la llevan con Linch y este le dice que habían estado haciendo averiguaciones y que sabía que hacía poco habían vendido una casa en Ituzaingó y que tenían otra casa en Cascallares, Moreno y que si les entregaban esas propiedades los dos quedaban libres. A lo cual su madre accedió y fue cuando viajaron a Concordia, que es donde tenían el dinero de la venta, su madre, Linch y otra persona más.
Sin embargo, no les querían entregar el dinero porque la cuenta estaba a nombre de la pareja, por lo cual es Linch quien “hace valer su rango y dentro del banco hacen abrir la caja para quedarse con el dinero”. Luego de eso le hizo entrega también de la propiedad de Moreno a nombre de un amigo de Linch o de un familiar. “Mi mamá no recuerda si trabajaba en Fanaquímica, que era una planta de fábrica de pintura o en un frigorífico que hay muy cercano Fanaquímica, sabía que trabajaba o era responsable en uno de esos dos lugares. A los pocos días le dicen nuevamente que se va a encontrar con Lynch y le dice: te vamos a liberar, a tu marido no lo podemos liberar, pero te vamos a hacer que lo veas por última vez. Ahí fue cuando le dicen, bueno vas a ir a ver al poco de esposo que te quedó. La trasladan a Mansión Seré y la hacen entrar a un una especie de pasillo, ni en un calabozo ni en una pieza ni nada, en un pasillo lo ve a mi papá que estaba tirado en el piso, que se arrastraba, no podía caminar, le habían destrozado los pies, las rodillas, las manos y los brazos a mazazos, no tenía nada de dientes. Obviamente estaba todo desfigurado y ella cuenta que lo único que hizo él fue levantar la cabeza, mirarla y gemir. Y agachó la cabeza ella no tuvo ni la fuerza para saludarlo. Y esa fue la última vez que lo vió”.
Luego de eso la liberaron, la llevaron a la casa del hermano, y cuando ingresó custodiada a la casa lo vió a Linch sentado en la cabecera de la mesa, como si fuese el propietario de la casa, comiendo y con el documento de ella en la mano, le dijo: “Nosotros te vamos a estar vigilando, tu documento lo voy a tener acá, lo voy a tener yo, no te lo voy a dar porque no quiero que te me escapes a otro país, pero vos quedas liberada”.
Luego de que su madre viajara a Concordia a buscar a sus otros hijos y volviera a Buenos Aires y continuaran las persecuciones, su madre decidió llevarlos a “una casa Moreno que sabían que en esa casa no podía haber ningún tipo de persecución porque toda esa familia tenía asilo político, inmunidad diplomática por parte de la embajada de Suecia, porque Juan Bellene había tenido un accidente allá y la casa tenía inmunidad diplomática porque los hijos también habían sufrido algunas persecuciones y algunas detenciones. Lo primero que dice mi mamá es intentar dejarnos a los tres ahí y Chicha, que es mi mamá adoptiva le dice que puede recibir a los dos varones nada más pero la nena no porque tiene hijos adolescentes, tenía tres hijos adolescentes, pero por ende se quedó Marcelo, mi medio hermano y yo en esa casa”.
Finalmente, Mario expresó consternado el dolor que tenia por no poder tener la posibilidad de ver a su padre, ni de poder ir a un cementerio, de no haber podido reconstruir el vinculo con su madre biológica. “Ella me cerraba siempre la puerta a pesar de que yo trataba de acercarme. Yo pasé dos cuadras de la casa de ella y no la fui a visitar y a los dos días se murió. Y la discusión que tuvimos con mi vieja fue porque yo le dije: má, yo intento acercarme con vos, toda la vida y vos nada me cerrás la puerta. Y siempre recuerdo que me agarró y me dijo: sabés lo que pasa? Dijo. Que yo te miro a vos y no te veo a vos, lo veo a tu papá, sos un calco de tu papá. Me haces recordar todo”.
***
Por último, también declaró de modo presencial, Rubén Héctor Gay, amigo del acusado José Juan Zyska, quien narró que se reencuentró con él cuando se reunieron los egresados de la “promoción 71”, que fue por el año 2010, y luego de narrar que había trabajado durante 35 años en el Servicio Meteorológico Nacional y opinó que para él Zyska era “una buena persona” y que compartía charlas y encuentros de ambas familias.
La próxima audiencia quedó programada para el martes 12 de noviembre a las 13.30 hs.