Lo expresó Ramiro Rodríguez, amigo de Sergio Gobulin, en la sexta audiencia del juicio de lesa humanidad.
Lesa humanidad
A cargo del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 5 de San Martín integrado por integrado por la jueza María Claudia Morgese Martin, Silvina Mayorga y Walter Venditti, el juicio investiga los hechos de lesa humanidad ocurridos en el circuito concentracionario de la Fuerza Aérea, en la zona oeste del Gran Buenos Aires y que comprendía los centros clandestinos de detención Mansión Seré, RIBA (Regional de Inteligencia de Buenos Aires) y los que funcionaron en las Comisarías de Moreno, la primera de Morón y las Brigadas Aéreas I de Palomar y VII de Morón, entre otros.
Entre los acusados se encuentran Julio César Leston, Ernesto Rafael Lynch, José Juan Zyska, Juan Carlos Herrera y Juan Carlos Vázquez Sarmiento, y el juicio es el resultado de la unificación de dos causas: una de ellas aborda 127 casos de víctimas de privación ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos, y tres homicidios en el ámbito del circuito represivo de la zona oeste del conurbano bonaerense; y la otra causa por privaciones ilegítimas de la libertad de tres personas.
En esta sexta audiencia del 15 de octubre prestaron testimonio en forma virtual desde Italia, Natalia Gobulin; Roberto Gobulin, Ramiro Ferreiro Rodríguez y Nélida Olivieri.
Natalia Gobulin es hija de Sergio Gobulin, un hijo de inmigrantes italianos que se asentaron en Argentina cuando tenía 4 años, estudiaba de Teología y que se vio obligado a volver a la tierra de sus padres. Uno de sus profesores era Jorge Bergoglio y al finalizar sus estudios se mudó junto con su pareja Ana, a la Villa Mitre ubicada en el partido de San Miguel con el objetivo de trabajar en torno a mejorar la calidad de vida.
Cuando en noviembre de 1975 decidió casarse con Ana, Bergoglio bendijo su matrimonio, ya que frecuentaba seguido el barrio también conmovido con la vulnerabilidad de la zona.
De este modo, cuando al año siguiente una patota de la dictadura cívico militar allanó la humilde vivienda de Sergio, comenzaron las persecuciones y se lo llevaron detenido, fue el actual Papa quien los buscó y logró que lo liberen. El día de su secuestro estaba construyendo una red de agua junto a varios habitantes de la villa.
“Los días que estuve secuestrado fueron realmente duros no solo por las torturas físicas sino también psicológicas. Cuando recuperé la libertad supe, a través de mi familia, todo lo que hizo el padre Jorge para buscarme y para que me dejaran libre”, relató tiempo después a la revista católica italiana Avvenire.
Y agregó por qué desistieron con Ana de mudarse al interior del país hasta que volviera todo a la normalidad. Bergoglio “nos dijo que si no nos íbamos volverían a encontrarnos y terminaríamos igual que los desaparecidos”. Fue en ese momento que acompañó a la pareja con su hija de tres meses a subirse a un transatlántico con destino a Europa.
Todos estos acontecimientos fueron relatados por Natalia y agregó que luego de la detención del padre, su mamá le “contó que cuando lo dejaron no podía caminar, o sea, se arrastraba y quedó muchos días en el hospital italiano, porque no estaba en la condición de de poder estar en la casa. Y bueno, me contó que en esos días mi mamá me agarró y se escondió en lo de una señora que era una prima que me parece de mi abuela o algo así. Eso, son detalles, como también me contó que a mi papá durante su secuestro le hicieron escuchar un llanto que teóricamente era yo”.
Como también expresó las implicancias de haber crecido en el exilio, como haber crecido con sus familiares en Argentina, sus abuelos, sus tipos y primos, del orgullo que siente de cómo afrontaron sus padres la situación, de los sentimientos encontrados y traumáticos que experimentó en los tres viajes que hizo a su país natal, de los conflictos identitarios que siempre tuvo en torno a la nacionalidad.
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Luego de un cuarto intermedio continuó también en forma virtual Roberto Gabulin, hermano de Sergio, y relató con detalle su viaje a San Miguel desde Villa Constitución, Santa Fé, para comenzar la búsqueda de su hermano que había sido secuestrado por la dictadura.
“El padre Jorge Bergoglio, que lo estaba buscando y tocando distintos lugares, dónde estaban los militares, tanto sea Campo de Mayo o El palomar, distintas bases, en el cual yo no tenía, no estaba muy en conocimiento de cómo era el tema. Tal es así que cuando me mandó a Campo de Mayo, creo que era puerta cuatro algo así, para ver si ahí podía obtener alguna información, me acuerdo que iba con mucho miedo, porque a ver, me di cuenta que me seguían”, recordó Roberto.
Y luego de dos semanas de búsqueda, dos o tres días antes de la liberación, Roberto relató en lágrimas lo que sintió cuando lo citó Bergoglio. “Tuve una entrevista justo en el Colegio Máximo, en la receptoría o la oficina donde estaba él, y me dijo, bueno, eh… mirá…andate a Villa porque acá ya toqué un contacto en el cual me dijo, simplemente, hoy se soluciona el tema, o lo liberan o no aparece más. O sea, fue terrible para mí escuchar una cosa de esas. Nos abrazamos juntos con el padre y fue un golpe muy grande para mí”.
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Finalmente declararon, también de modo virtual, Nélida Olivieri y Ramiro Ferreiro Rodríguez, quien es español y fue amigo de Sergio Gobulin. Lo conoció cuando Sergio estudiaba Teología en el Colegio Máximo de San José y Ramiro era empleado de la institución. Luego volvieron a tener vínculo en “El Observatorio”, en una imprenta que producía los papers académicos y administrativos de la Universidad de Loyola que administra a ambas instituciones perteneciente al grupo religioso jesuita y que integra el papa Francisco.
Así, relató algunos hechos previos al secuestro de Sergio. “La semana anterior al secuestro vino un grupo de personas interesadas en el funcionamiento de las máquinas. Con el diario del lunes, sospechamos que en realidad hacían tareas de investigación y les interesaba en realidad el contenido de lo que publicábamos. Otro día vinieron y preguntaron por Sergio. Él no estaba. Se había tomado licencia para resolver unos problemas en la construcción de su casa. Fui a la construcción a avisarle, pero cuando llegué había tres personas. Una de ellas me encara y me pide documentos, dentro de la campera me muestra un revólver. Estaban vestidos de negro. No tenían insignias ni me mostraron credenciales o identificación. A los minutos llega un auto con otras dos personas, una de las cuales era la que había ido a preguntar al Observatorio”, dijo Ramiro.
En ese momento Sergio no estaba porque había ido a buscar materiales de construcción a un corralón, pero después de un rato llegó en un auto y lo bajaron, “lo esposaron y lo metieron en un Peugeot 504 color beige o café y se fueron junto a un 128 verde, que a la semana siguiente lo volví a ver fuera de en un edificio de la Fuerza Aérea. En esa época se decía que si estabas cerca de un detenido corrías la misma suerte. Sentí esa persecuta, principalmente porque en el allanamiento a la casa de sus suegros habían robado fotos donde yo aparecía. Esta es la primera vez que hablo así en público sin tener presión de ningún tipo”.
En cuanto a Nélida Olivieri, sobreviviente y amiga de Sergio. Su esposo, Jorge Lombardi, fue compañero de Sergio en un Seminario de Rosario durante todo a etapa del secundario y parte de la carrera de Filosofía y Teología, y establecieron una relación muy estrecha.
“Ellos estaban por tener un bebé y yo me entero de que había nacido cuando me liberaron, porque a mí me habían secuestrado”, empezó expresando Nélida previo a contar que ellos estaban construyendo una casa y le habían facilitado a Sergio y Ana una casilla que tenían en el fondo.
“Teníamos una mirada muy inocente, experiencia de otras épocas, cuando mi propio padre estuvo preso y a la gente la detenían y la golpeaban, pero luego la soltaban. No desaparecían o aparecían muertos”, dijo Nélida en alusión a cuando su padre como mecánico de la Fuerza Aérea, estuvo detenido en el 55 en defensa del gobierno democrático de Juan Domingo Perón.
Vivió su infancia en la Base Aérea de Moreno, hasta que su padre fue trasladado a Córdoba: “Para mí la Aeronáutica era lo más en la infancia. Mi papá dejó la vida ahí. Después había sido gerente técnico de Industrias Mecánicas del Estado, donde se fabricaban aviones y también el Rastrojero y las verdad que con el tiempo, darme cuenta que aeronáutica hacía esto, fue muy duro para mí”, dijo muy consternada Nélida.
Si bien ya declaró en circunstancia de otro juicio y su caso no pertenece a esa causa, Olivieri se refirió al momento de su secuestro cuando la llevaron en un baúl que identificó como la Base Aérea, porque escuchó el mismo vocabulario que en toda mi infancia: hangares, pista, ‘no somos angelitos pero tenemos alas”. Y agregó Agrega que durante las torturas se referían a ella como Noemí y le preguntaban por su padre médico y quién era su jefe en el ERP.
La próxima audiencia quedó programada para el martes 22 de octubre a las 9 hs.